Amor de museo
Recuerdo la vez que me enamoré de alguien a primera vista. Ni siquiera vi su cara, no me hizo falta. La miraba desde lejos, ella transcurría de cuadro a cuadro con lentitud y parsimonia, parecía que disfrutaba de la exposición pero también del ritual de andar lento para darse tiempo a absorber la belleza y profundidad de las obras. El tiempo allí no pasaba y justamente eso es lo que ella parecía saber a conciencia. Era una exposición de luces muy tenues casi todo era oscuridad salvo la iluminación local que puntualmente iluminaba cada cuadro, por eso recuerdo de ella su silueta recortada, su paso lento, su forma de tocar el programa y al final devolverlo intacto para que otra persona pudiese aprovecharlo, lo que me hizo pensar que valora los recursos y hasta eso me pareció digno de recordarse.
Yo, debido a la distancia, con mi chapa de “guardia de seguridad cierra” he visto pasar por allí infinidad de personas pero algo había en esa mujer que recordaré para siempre como la silueta del amor.
Cinderella