lunes, 22 de abril de 2019

Idea #9 (Fotografía)





Cartas

Lo tenía claro, el acantilado debía ser realmente alto. Desde esa gran altura no podía fallar. Sí, le daría tiempo, durante la caída (a ver lo que todos los que vivieron para contarlo han dicho), que ves tu vida pasar frente a tus ojos, pero estaba dispuesta. Si se arrepintiera, ya sería tarde, en plena caída libre no había ya vuelta atrás y lo que ella quería era justamente eso. Sabía que si hablaba con el profesional adecuado, acabaría cambiando de idea, le faltaría valor para aquella atrocidad, lo que quería era acabar y cuanto antes con su vida y un acantilado muy alto era lo que necesitaba así que saco un pasaje para Noruega, alli había un acantilado, el Preikestolen. En el avión no quiso ser sociable a pesar de que junto a ella, volvía a casa, un chico de edad similar a la suya, guapísimo. Aunque iba ensimismada en sus pensamientos, no pudo evitar fijarse que el chico lloraba por momentos, llevaba en el bolsillo, muy manoseado, lo que parecía ser la fuente de sus llantos, cada vez que sacaba el dichoso papel, lo miraba de reojo y lloraba quedamente.



El avión llegó a destino, se dirigió a su hotel, pensará usted que para qué un hotel pero es que ni ella lo sabía, quizá necesitaba dejar en algún sitio su carta de despedida, no quería arriesgarse dejándola en su casa, si alguien la hubiera encontrado intentarían detenerla. 
Al día siguiente consiguió llegar a su ansiado acantilado. Buscó un sitio solitario fuera de la vista de los turistas. No quería pensarlo más, la decisión estaba tomada hacía ya mucho tiempo. Solo era cuestión de dar un sólo paso hacia delante con decisión. Comenzó a contar hacia atrás:  desde tres, no cinco ni diez, tres, un paso más al borde (respiró hondo), dos, el viento la echó hacia atrás quizá queriendo decir: “espera, no te apresures”… nuevamente dos, dio un paso pequeño, cerró los ojos, el viento la sostenía… uno, empezó a dejarse caer hacia delante pero una mano le cogió la suya, era el chico del avión, con lágrimas en los ojos y un papel arrugado en la otra mano.

Cinderella