jueves, 6 de junio de 2019

Idea #15 (palabras al hazar)





Señales


Era invierno, domingo, paseando por el parque. Algo llamó mi atención, observé cómo del cielo se arrancaba un trozo de nube. Descendió hasta tocar el suelo y la bruma que la componía se deshizo dejando a la vista una guitarra. ...Qué extraño que venga una guitarra desde los confines del mundo y en tan estrafalario contenedor!

Con qué motivo? para quién? Sería para el primero que la encontrara? O quien debía recogerla no había llegado aún por aquí? Extraña fue su aparición y pensé que debía tener una misión que cumplir, no aparecen guitarras del cielo cada día.
Me imaginé con ella, recorriendo hospitales haciéndola sonar animando a la gente, tocando junto a personas sin hogar, en las plazas de los barrios pobres... en mi mente le atribuía poderes sanadores. 
Observé la guitarra en el suelo, finalmente di media vuelta, y por el rabillo del ojo pude ver, que detrás de un árbol, salía una niña con un pie escayolado, acompañada de una señora mayor que juraría era su abuela por su parecido. Sabían a lo que venían, quizás llevaban días visitando el lugar. Las vi salir casi de inmediato a por ella. Me sentí mal por habérmela querido apropiar, estaba claro que era para esa niña que venía a paso más lento que yo, pero luego me sentí aliviado porque la guitarra ya tenía dueña, y era seguro que ella sí sabía el sentido de su aparición. No pude contenerme, volví y me paré frente ambas, interceptándolas pregunté a la niña el significado de todo aquello. Me contó algo de un accidente, de sus padres en el cielo y de ella pidiéndoles, en sus rezos, una señal.

Cinderella

miércoles, 22 de mayo de 2019

Idea #14 (Fotografía)



La silla

… Y acabó en la basura, sin más miramientos, como si fuera algo tan insignificante como la basura ordinaria, como la piel de un plátano más.
En esa silla había esperado el nacimiento de su primogénito. Su mujer en una habitación pariendo con ayuda de la comadrona y él fuera, sólo, mordiéndose los codos de impaciencia. 
No todos reparaban en aquella silla pero Pedro le tenía mucho apego. Las personas tenemos esa  forma inexplicable de relacionarnos con los objetos. 
Esa silla le había acompañado en aquel momento tan duro en el que le dijeron: “es un niño“, y, seguidamente, “pero algo no ha ido bien, estuvo mucho tiempo sin respirar“...y fue como si de un mazazo le hubiesen incrustado en la madera con la que estaba hecha, el impacto emocional que recibió literalmente causó que una de las tablas centrales cediera y se partiera en dos. Con el tiempo, se reemplazó esa pieza pero el color de la nueva tablilla no era el mismo y al mirarla cada día, Pedro sabía que ambos compartían un secreto. Aquel día la resistencia de la madera, aunque rota, le sirvió de apoyo (... qué bien le hubiese venido un abrazo) y la silla con su rigidez no le permitió que siguiese hundiéndose hasta bajar varios metros dentro de la tierra (que fue donde se sintió estar). La silla, en su idioma le quiso decir: “no vas a caer, yo seré tu sostén”, él oyó eso, o eso era lo que necesitaba escuchar y fue suficiente para aguantar con entereza los años, duros, que siguieron. 
Pasó el tiempo, muchos años y una mañana en esa misma silla estaba sentado esperando a su mujer que volviese de la compra cuando recibió la noticia de que había fallecido repentinamente en una esquina, sin más, desplomándose. Su corazón... volvió a oír el “crack” debajo suyo, su silla, su querida silla, le entendía. Ya no volvió a pronunciar palabra y a los pocos días falleció.
Los tiempos cambiaron y un día se renovó el mobiliario... y la silla, con su roto, que nadie volvió a arreglar porque era como invisible a los ojos de todos, acabó donde acaba lo que no quiere volverse a ver, para ser olvidado.

Cinderella

martes, 14 de mayo de 2019

Idea #13 (Fotografía)




Perdido


Sin hablar se pusieron frente a frente, comenzaron mirándose fijamente a los ojos, buscándose la verdad, algo más tenía que haber, distinto a lo que decían sus labios.
Cinco meses era mucho tiempo, silencios, broncas, y otra ver silencios. Enfados, impotencia, el tiempo que pasaba, más silencios.
Para ella los silencios significaban darse tiempo, parar, esperar, saber escuchar más allá de las palabras pero luego más silencios rotos por las broncas. Para él, los silencios significaban “nos hemos olvidado”.
Mirarse a los ojos era lo más sabio, no contaminar esa conversación visual con ningún sonido, no hacerse más daño con la mente y que hablasen los latidos a su ritmo, aunque esos corazones estuviesen algo rotos, aún latía con fuerza al verse mutuamente. Al estar juntos, las partes de uno completaban el del otro, ambos con resquebrajaduras en diferentes sitios y por distintos motivos.
Aunque comprendieron por sus miradas cuando se querían, sabían que no podían estar juntos y que la vida por separado significaría que anduviese perdidos como “pato en una acera”.

Cinderella

jueves, 9 de mayo de 2019

Idea #12 (Fotografía)



Como gatos

Para caer de pie como los gatos hay que tener ciertas habilidades, como por ejemplo tener la certeza de que no hay más opción que confiar en tu naturaleza. Solo debes creer en ti y si tu única opción es salir bien parado, es eso y solo eso lo que puede ocurrir. Cuando eres capaz de encontrar en todas las situaciones el lado positivo de las cosas, es lo que encuentras porque te has entrenado para ello. Si de algo puedo dar fe es que esta es una habilidad que debe entrenarse y por supuesto que merece la pena el esfuerzo.

Otra habilidad que podemos aprender de los gatos esa a otorgarnos momentos de descanso. Cuántas veces nos ha pasado que no paramos de darle vueltas a las cosas hasta casi sentir que perdemos la cordura, que el problema es tan grande como un gigante que nos come de un bocado? Sin embargo, si logramos cerrar los ojos por la noche y acallar esas voces, parece que por la mañana nos levantamos con el problema en gran parte resuelto. Los mininos tienen mucho que enseñarnos y deberíamos comenzar por dejarnos acariciar, al punto de dejar que aflore el ronroneo.

Cinderella

Idea #11 (Fotografía)



Círculos

¿Algo la hizo feliz alguna vez? ¿Qué espera de la vida? ¿Qué necesita?
Si le hubiesen preguntado qué le hubiera gustado ser, si cadena de las que atan motos o anillo de bodas, sin dudar hubiera elegido lo segundo. Al fin y al cabo ambas cosas comparten la característica del círculo infinito, pero ser alianza tiene ese no sé qué mágico de unir a las personas y, cierto es, que esta cadena era una cadena muy romántica, con aspiraciones superiores. Desde donde estaba atada miraba pasar a las personas tomadas de la mano, de la cintura y algunas de maneras más creativas. 
Pero nadie supo ver su espíritu y no sólo eso, sino que para peor destino el suyo, su dueño (el de la motocicleta que allí ataba) un día ya no volvió por más y se quedó triste y solitaria, ignorada por todos. 
Pero ocurrió que en el mismo hierro cementado al suelo un día alguien, a quien apenas podría describir, se agachó junto a ella y con cierta destreza ató allí otra cadena, atravesándola completamente y así quedaron formando juntas el símbolo del infinito, como dos “alianzas” entrelazadas. 
Le vio irse por detrás y podría asegurar que era una señora mayor a juzgar por sus zapatos de tacón bajo marrones, por su bolso pasado de moda colgando de su codo derecho y por su andar algo tambaleante. Se la quedó mirando, le vio arrojar las llaves de la cadena por una alcantarilla y continuó andando hasta que la vio doblar la esquina. 
Observando la situación (sin mucha sorpresa, la verdad), sonrió para sus adentros.
Cinderella



martes, 23 de abril de 2019

Idea #10 (Fotografía)




Maravillosa sensación la de que dejen de pisar un pie, la de que la guindilla deje de picar, la de abrigarte cuando sientes un frío extremo, la de comer cuando te rugen las tripas, la de quitar la mano de una fuente de calor, la de orinar cuando has aguantado demasiado, la de librarte de quien te hace cosquillas, la de cerrar los ojos cuando la luz es enceguecedora, la de quitarse los zapatos cuando están haciendo un terrible daño. 
Cuando pudo librarse de su jaula, se dió cuenta que la vida junto a ella había sido un tormento y el alivio de cerrar la puerta a todo eso, por fin y para siempre, le hizo pensar en cosas agradables en mucho tiempo a pesar de que afuera llovía.

Cinderella

lunes, 22 de abril de 2019

Idea #9 (Fotografía)





Cartas

Lo tenía claro, el acantilado debía ser realmente alto. Desde esa gran altura no podía fallar. Sí, le daría tiempo, durante la caída (a ver lo que todos los que vivieron para contarlo han dicho), que ves tu vida pasar frente a tus ojos, pero estaba dispuesta. Si se arrepintiera, ya sería tarde, en plena caída libre no había ya vuelta atrás y lo que ella quería era justamente eso. Sabía que si hablaba con el profesional adecuado, acabaría cambiando de idea, le faltaría valor para aquella atrocidad, lo que quería era acabar y cuanto antes con su vida y un acantilado muy alto era lo que necesitaba así que saco un pasaje para Noruega, alli había un acantilado, el Preikestolen. En el avión no quiso ser sociable a pesar de que junto a ella, volvía a casa, un chico de edad similar a la suya, guapísimo. Aunque iba ensimismada en sus pensamientos, no pudo evitar fijarse que el chico lloraba por momentos, llevaba en el bolsillo, muy manoseado, lo que parecía ser la fuente de sus llantos, cada vez que sacaba el dichoso papel, lo miraba de reojo y lloraba quedamente.



El avión llegó a destino, se dirigió a su hotel, pensará usted que para qué un hotel pero es que ni ella lo sabía, quizá necesitaba dejar en algún sitio su carta de despedida, no quería arriesgarse dejándola en su casa, si alguien la hubiera encontrado intentarían detenerla. 
Al día siguiente consiguió llegar a su ansiado acantilado. Buscó un sitio solitario fuera de la vista de los turistas. No quería pensarlo más, la decisión estaba tomada hacía ya mucho tiempo. Solo era cuestión de dar un sólo paso hacia delante con decisión. Comenzó a contar hacia atrás:  desde tres, no cinco ni diez, tres, un paso más al borde (respiró hondo), dos, el viento la echó hacia atrás quizá queriendo decir: “espera, no te apresures”… nuevamente dos, dio un paso pequeño, cerró los ojos, el viento la sostenía… uno, empezó a dejarse caer hacia delante pero una mano le cogió la suya, era el chico del avión, con lágrimas en los ojos y un papel arrugado en la otra mano.

Cinderella